Después de la tormenta: qué podemos aprender para resistir contra el cambio climático

22 agosto, 2022

Una pequeña isla del Caribe, conocida como «la flor del océano», fue diezmada por el huracán Iota en 2020. Aunque la pérdida de vidas humanas fue mínima, el impacto en los preciosos ecosistemas cambió la perspectiva de sus habitantes profundamente. Dos años más tarde, siguen trabajando para restaurar sus tesoros medioambientales y preparándose para cualquier contingencia que el cambio climático pueda traerles a continuación.

Por Equipo de Preservar/Noticias ONU.

La montañosa isla colombiana de Providencia, que se encuentra a medio camino en la extensión del mar Caribe entre Costa Rica y Jamaica, alberga asombrosos colores de mar, exuberantes paisajes submarinos, extensos manglares e incluso el bosque seco tropical.

La diversidad de los ecosistemas marinos y las maravillas naturales que la rodean, entre las que se incluye una de las mayores barreras de arrecifes de coral del mundo, que sustenta una asombrosa variedad de vida marina, y el espectáculo que ofrecen miles de cangrejos negros todos los años cuando descienden de las montañas para desovar en el mar, han hecho que sea declarada parte de la Reserva de la Biosfera Seaflower de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Sin embargo, como todas las islas del mundo, los tesoros naturales únicos de Providencia están muy amenazados por el cambio climático y la subida del nivel del mar, amenazas que no son predicciones que se vislumbran en el horizonte, sino hechos terribles que ya afectan a todas las facetas de su vida.

Sus 6000 habitantes nunca olvidarán la noche del 16 de noviembre, cuando Iota, el último y más fuerte huracán de la temporada de tormentas del Atlántico de 2020 -considerado entonces de categoría 5*-, diezmó su querida tierra. 

«Lo que fue más impactante es el sonido. La gente dice que ese huracán vino con el diablo porque el sonido era muy muy raro y miedoso», recuerda Marcela Cano, bióloga y residente desde hace mucho tiempo, que ha hecho de la preservación de los tesoros ambientales de Providencia el trabajo de su vida.

 

Una forma de aumentar la resiliencia y la adaptación es invertir en la restauración de los ecosistemas, subraya, Marcela Cano.

«Un ecosistema en buen estado es mucho más resiliente a desastres, entonces tenemos que garantizar que los ecosistemas de Providencia y Santa Catalina estén en buen estado, no solamente brindar bienes y servicios ambientales para una mejor calidad de vida de la población, sino para prepararse para nuevos eventos», explica.

Cano recuerda también que una de las estrategias más eficaces para hacer frente al cambio climático es la declaración de Áreas Marinas Protegidas.

Estas áreas permiten reducir el estrés de los ecosistemas y las especies, asegurando que continúen los procesos naturales que mitigan los impactos climáticos, como el almacenamiento de carbono.

Por ejemplo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la protección de las ballenas es una solución natural contra el cambio climático. Las ballenas acumulan carbono en sus cuerpos durante sus largas vidas, algunas de las cuales se extienden hasta 200 años. Cuando mueren, se hunden en el fondo del océano, llevándose el carbono con ellas.

«Es muy importante el fortalecimiento y la declaración de áreas protegidas marinas. Pero no se trata solamente de la declaración, sino realmente darles los recursos posibles para que su manejo sea efectivo, incorporando siempre a las comunidades».

La responsable del Parque Nacional Laguna McBean subraya que la restauración y protección de los ecosistemas en Providencia no es sólo una tarea en beneficio propio, sino que beneficia a todo el planeta.

«La población pensaba que el cambio climático era una cosa que pasaba en otras partes, pero ahora hay una mayor conciencia y estamos buscando mecanismos para realmente estar más preparados para lo que se viene, porque sabemos que los riesgos van a seguir aumentando».

Los ecosistemas sostienen toda la vida en la Tierra. Cuanto más sanos sean nuestros ecosistemas, más sano será el planeta y sus habitantes. El Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas tiene como objetivo prevenir, detener e invertir la degradación de los ecosistemas en todos los continentes y en todos los océanos. Puede ayudar a acabar con la pobreza, combatir el cambio climático y prevenir la extinción masiva. Sólo tendrá éxito si todo el mundo participa.

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